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Vivir en la armonía del Azar


Vivir en la Armonía del Azar

Mientras, tratamos de seguir construyendo cada vez más sólidas herramientas para poder predecir  nuestro futuro y darle un mayor grado de estabilidad a nuestro cerebro, encontré un concepto que llamó poderosamente mi atención, el cual el matemático Nassim Taleb, denominó, Cisnes negros, una hermosa y metafórica forma de redescubrir el concepto del azar y de lo impredecible en nuestra vida.

Un Cisne Negro es un hecho improbable, que tiene grandes consecuencias en caso de llegar a producirse. El autor añade, que las características para poder clasificar a un fenómeno de este tipo como tal son:

  • Debe ser improbable, porque para sorprender a todo el mundo, o casi todo el mundo, debe haber pocas probabilidades de que eso suceda. Si algo tiene muchas probabilidad de suceder, no sorprenderá a nadie, o a casi nadie.
  • También debe tener consecuencias importantes, ya que si no tiene consecuencias relevantes, en realidad poco importa que se produzca o que no se produzca.
  • Nuestro cerebro tiende a racionalizar inmediatamente, la situación, buscando explicaciones coherentes, que no pudimos prever pero hoy con la situación en marcha, lo justificamos.

Ejemplo de esta situación, pueden ser el atentado contra las Torres Gemelas, era algo muy poco probable, ya que prácticamente nadie esperaba algo así. Y es evidente que tuvo consecuencias muy importantes a todos los niveles. En cuanto a las explicaciones posteriores, también es evidente que las hubo para todos los gustos, aunque un segundo antes de que se produjera ese atentado nadie explicó por qué era muy probable que sucediera algo así.

Imaginen ustedes a un congresista norteamericano el dia 7 de septiembre del 2001, fuera del partido que fuera, presentando un proyecto para blindar las puertas de los aviones, dado que esto, podría ser un potencial flanco para la seguridad de ese país, esta situación hubiera disparado 2 acciones inmediatas, primero es muy probable que a ese político lo hubieran declarado insano, segundo los terroristas al escuchar la noticia, hubieran precipitado el  atentado unos días antes.

Estas dos situaciones, se dan porque en nuestro paradigma anterior al 11S, era una fábula, pensar en que los aviones serían el arma del atentado, era impensado, luego, mientras mirábamos como caían los iconos del imperio por tevé, esgrimimos cientos y cientos de suposiciones, algunos de tipo fabulezcas conspirativas, para tratar de racionalizar y tranquilizar nuestro cerebro.
Es sobre la incertidumbre que queremos hablar en estos parrafos, ya que sentimos la necesidad de reivindicarla, dado que a su antónimo hemos dedicado cientos y cientos de páginas para poder calmar a nuestro cerebro tratando de encontrar previsibilidad para que este trabaje tranquilo.

Redescubrir lo importante de vivir en lo incierto, lo generado por el azar, dice Taleb “… el mundo en que vivimos tiene un número creciente de bucles de retroalimentación que hacen que los sucesos sean la causa de más sucesos”, lo que genera un efecto de bola de nieve, que “afecta todo el planeta”(p. 28).

Pero más allá de este constructo, una consecuencia para el pensamiento contemporáneo la aparición de estos eventos, es la importancia vital de entender la incertidumbre. La idea del Cisne Negro se basa en la estructura aleatoria de la realidad empírica, explora la noción de incertidumbre aún en las estructuras mentales que hacen posible que siempre ideemos explicaciones “después del hecho, con lo que tendemos a tratar de que se haga explicable y predecible” (p. 23).

Tenemos la tendencia natural “en el paradigma, según Taleb, del empirismo ingenuo”, a fijarnos sólo en los casos que confirman nuestra historia y nuestra visión del mundo. Cuando nuestra mente se habitúa a una determinada visión del mundo considera únicamente los casos que la confirman. A esta tendencia es posible contraponer el “empirismo negativo”: los hechos corroborativos no constituyen “necesariamente una prueba”. Ver cisnes blancos no confirma la inexistencia de cisnes negros.

El ejemplo del pavo es ilustrativo para Taleb, el problema de la Inducción o el Problema del Conocimiento Inductivo, es la “madre de todos los problemas de la vida”, es la tragedia del pavo antes del día de la Acción de Gracias. Una tarde el pavo tiene que revisar su creencia; su generoso alimentador, en los últimos 999 días, se convierte en verdugo. Entre mayor grado de confianza del pavo, más altas son las probabilidad de riesgo. Esta generalización ingenua nos acosa en cada forma de leer el mundo. Poner en duda nuestras interpretaciones sobre la realidad, agota.

Tendemos a utilizar el conocimiento como terapia, como estrategia curativa contra la incertidumbre. La biología confirma esta tendencia humana a reducir las dimensiones del mundo, para darle un orden. En los estudios sobre neurotransmisores se ha descubierto la relación entre la dopamina, por ejemplo, y la búsqueda innata de patrones. Nuestra mente está presa de nuestra biología. Una porción extra de dopamina disminuye el escepticismo, que se “traduce en una mayor vulnerabilidad” para la detección de patrones. La aplicación de L-dopa (droga que se emplea para el tratamiento del Parkinson) puede producir una mayor propensión hacia “la astrología, las supersticiones, la economía y la lectura del tarot” (p. 121). Entre los efectos secundarios de la L-dopa, está la compulsión al juego (pacientes que creen ver patrones claros en números aleatorios).

Taleb advierte al lector que no pretende reducir la dopamina como la explicación de nuestra interpretación exagerada o sesgada del mundo, sino mostrar una correlación física y neuronal en el funcionamiento cognitivo. Esa misma tendencia a simplificar (somos primates “ávidos de reglas […] [y necesitado de] reducir la dimensión de las cosas”) nos empuja a creer que el mundo es menos aleatorio de lo que es.

Nuestro cerebro está diseñado para aprender lo preciso y lo general,  no aprende reglas sino hechos y sólo hechos. Por eso preferimos más lo anecdótico que lo experimental. Desdeñamos con pasión lo abstracto. Cada prueba experimental muestra que pensamos mucho menos de lo que creemos, “a excepción, quizá, de cuando pensamos en esta misma realidad”. La realidad la abordamos con la “platonicidad”, o el “deseo de dividir la realidad en piezas nítidas”.

Esta forma de análisis es el sesgo mental que nos hace pensar que entendemos más de lo que en realidad entendemos. Confiamos demasiado en lo que sabemos más que en lo que no sabemos. La historia es un ejemplo de esos “trastornos” o “sesgos” cognitivos: (a) La ilusión de comprender cuando el mundo es más aleatorio de lo que aspiramos o creemos; (b) “la distorsión retrospectiva”, que permite evaluar los hechos después de ocurridos, y luego, con retrovisor, organizarlos y explicarlos con una coherencia que asombra; (c) la “valoración exagerada de la información factual, y la desventaja de los eruditos” que “platonifican” la realidad sobre los hombre de la calle. A esa tendencia natural de prestar atención a los casos que confirman nuestra historia y visión del mundo, Taleb la denomina “empirismo ingenuo”:

El cerebro, esa hermosa máquina de explicar, hábil para hilar sentidos y encadenar explicaciones, está incapacitada para la idea de lo impredecible. Una de las frases favoritas de Taleb refleja esa impredictibilidad: “La historia y las sociedades no gatean: avanzan a saltos”. La historia no tiene un progreso instrumental y planeado; está bajo la sombra del Cisne Negro. Esa “platonicidad” se apoya en nuestra memoria limitada y filtrada; recordamos lo que coincide con los hechos. Sin embargo, el conocimiento puede tener un valor dudoso al igual que la información.

Esa tendencia a la reducción para interpretar el mundo, puede hacernos olvidar fuentes de incertidumbre que pueden tener consecuencias que quizá no podamos ni quiera especular

Como asesor financiero Taleb ha aplicado sus investigaciones a los comportamientos económicos. Su sentencia es perturbadora: predomina lo aleatorio. Los organismos multinacionales como el FMI (Fondo Monetario Internacional), en que se encuentran algunos de los más renombrados economistas del mundo, tienen tan pocos aciertos que parece más una logia de adivinos que de científicos. Los economistas ganan fortunas, son estrellas mediáticas y los asesoran equipos que mascan números y proyecciones, y sin embargo no predicen nada; hacen previsiones después del acontecimiento económico (un “crack” financiero, la bonanza económica, el futuro de los intereses, etc.). De un millón de artículos en economía, análisis de inversión y política, pocos tienen comprobaciones sobre las cualidades predictivas de sus conocimientos, sentencia Taleb. Predicen poco, pero cada uno de estos expertos gana cada vez mayor confianza en sus propias destrezas más que en sus vaticinios. Los economistas ignoran cualquier información por fuera de su mundo

Comenzamos a ver entonces, después de revalorizar a la incertidumbre como un constructo importante de nuestra vida, que somos más vulnerables de los que nos sentimos y percibimos, que el todo que pensamos manejar no existe, se esfuma  al entender la vida como un proceso.
Te invito entonces a disfrutar la incertidumbre en que estamos insertos!!!!

Pablo J. Carricondo D.

Comentarios

  1. Pablo, muy interesante tu mirada, es una migración de las empresas con culturas basadas principalmente en el "Resultado" A otros arquetipos que respondan a la velocidad y demanda que vivimos!

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